Castigo Corporal - Deja de Golpear a Tus Hijos

Al crecer en un hogar típico de América Latina, el uso del castigo corporal (es decir, el castigo físico que cuando se utiliza con niños generalmente implica azotes o cachetadas) no fue frecuente, pero ocurrió cuando ocurría una mala conducta. Todavía puedo escuchar los ecos de mi padre sentado a mi lado, con el cinturón listo, preguntándome si quería terminar de comer todas mis verduras o soportar la alternativa. Pensar en ese recuerdo particular ahora, cuando tengo veintitantos, deja una sensación de disgusto y incomodidad a pesar de que ocurrió hace más de dos décadas. Creo que es un testimonio de las posibles ramificaciones negativas que deja el castigo corporal en los niños a medida que crecen. Nunca olvidamos realmente. 

Mientras trabajaba en una agencia de salud mental comunitaria local que se enfocaba en la terapia familiar, leí muchos artículos de investigación académica sobre el tema del castigo corporal, todos los cuales encontraron efectos negativos en correlación con golpear a los niños como una forma de disciplina. La investigación indicó que los adultos que soportaron el castigo corporal cuando eran niños experimentaron muchas más complicaciones emocionales, psicológicas y físicas en la edad adulta. El castigo físico puede afectar la autoestima de los niños, su sentido de seguridad y incluso aumentar su agresividad y promover comportamientos antisociales. 

Es importante que los padres recuerden que todas las formas de comportamiento comunican mensajes a nuestros hijos. Somos sus modelos a seguir. Entonces, ¿qué les decimos exactamente a nuestros hijos cuando decidimos golpearlos, azotarlos o abofetearlos cuando se portan mal? Este tipo de castigo condiciona a su hijo a creer que la represalia física es una forma apropiada de resolución de problemas. El niño puede detener su mala conducta debido al miedo que tiene de ser golpeado, pero eso no detiene los sentimientos de resentimiento y agresión que pueden aparecer en otros entornos (es decir, en la escuela, el trabajo y las relaciones románticas). 

Para evitar estos posibles resultados para nuestros hijos, los padres deben participar en otras formas de crianza que ayuden a promover el comportamiento prosocial. Actos simples como elogiar a un niño cuando hace lo correcto o crear un sistema de recompensas cuando un niño ayuda en el hogar pueden ser muy efectivos. Cuando se trata de lidiar con la mala conducta, hablar con su hijo de una manera tranquila para explicarle por qué su conducta es inapropiada es siempre un buen primer paso. Recuerde que los niños todavía están aprendiendo el bien del mal y se les debe enseñar. Si el mal comportamiento continúa, entonces es importante implementar la disciplina apropiada, como tiempo afuera o remoción de privilegios. Deje que el castigo se ajuste al crimen y haga todo lo posible para no dejar que las emociones se disparen.

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